El principio de todos los proyectos de vida, tienen una motivación especial. La novedad nos da un impulso tremendo y le metemos mucha energía para que avancen. A nivel emprendedor casi siempre se remonta a la trillada idea del sketch en una servilletita. Compartir esa idea y soñar sobre cómo va a prosperar y llegar a ser una realidad es mágico.
El proceso no es muy diferente al de ir al gym pretendiendo estar mucho más fuerte y bajar esos kilos de más, pensando que va a suceder sin esfuerzo. Va a doler, vas a tener que meterle mucho esfuerzo y muchas veces vas a sentir que querés tirar la toalla y volver a tus hábitos de antes. A tu zona de confort que en realidad era inconfortable.
Para muchos emprendedores, la fase inicial más romántica es lo que más les gusta de su emprendimiento. Aquello de enamorarse de su idea y armar mucha estrategia de pizarrón. Pero la mayoría de los proyectos que prosperan en el tiempo son los que tienen una dosis de disciplina y constancia, mucho esfuerzo y un equipo que empuja sin parar. Menos pizarrón, más ejecución y búsqueda de resultados.
La complejidad administrativa, crecer rápido, los problemas de incorporar recursos humanos, aprender a delegar, los flujos financieros, la necesidad de inversión, entender lo que realmente quiere tu mercado, etc, son básicamente las razones más conocidas por las cuales vas a querer tirar la toalla.
El mercado real no es el de la servilleta. Quizás si tu target y tu idea, quizás no. Pero vas a tener que aprender a manejar todas estas variables para obtener resultados. Y te va a costar metafóricamente y no tanto, bastante sangre, sudor y lágrimas.
El que caiga a la lona, se levante, aprenda rápido a recuperarse y siga para adelante va a ser el que gana.
Así que no tires la toalla la primera vez que te abrumen estos temas no tan atractivos de tu emprendimiento. Busca ayuda, sinergias y tercerización de algunas cosas.
Pero sobre todo hay que tener bien claro por qué carajo empezaste. ¡Por respeto a ti mismo y tus ideas, sé consecuente!